VIKY ESTEBAN / ZAMORA - ABC Castilla y León
Mañana se celebra el Día Internacional de
Pero su historia continuó hasta adquirir signos de santidad, al ser beatificada en 1994 después de que el Vaticano reconociese la curación milagrosa de un vallisoletano al que se había diagnosticado un cáncer de hígado irreversible. El siguiente paso fue el proceso de canonización, que ha supuesto el reconocimiento de un segundo milagro, en este caso en la persona de un ciudadano de El Congo, que se encontraba ingresado en un hospital de las Siervas de San José, lo que dio via libre a su canonización prevista para el 23 de octubre, Jornada Mundial de las Misiones (Domund).
Una vida, la de
El Papa Juan Pablo II la beatificó en 2003 y ahora el Santo Padre Benedicto XVI la canonizará el 23 de octubre. Una noticia que ha sido acogida con gran alegría tanto en Salamanca, donde nació, como en Zamora, donde desarrolló su misión en plenitud.
Actualmente en Zamora existen dos comunidades de las Siervas de San José: el centro educativo concertado Divina Providencia y el colegio San José. Precisamente, el espacio que ocupa ahora el Divina Providencia fue el lugar donde instaló
«Es para nosotras una interpelación, un motivo más para fijarnos en ella», señala la religiosa y directora del centro educativo zamorano, Mercedes Lozano. La profesora de Música, Yoli Concejo, considera que Bonifacia fue una religiosa y una mujer distinta a las demás porque era «innovadora, creadora, iba por delante en la sociedad del siglo XIX en la que vivía, quería a toda la gente, se llevaba bien con todos». Tan moderna resultó para su tiempo que «la máquina de coser que trajo a Zamora fue la más adelantada en la época», apunta Yoli.
Y es que Bonifacia Rodríguez, que nació en Salamanca el 6 de junio de 1837, se crió en una familia humilde dedicada a la industria textil. «A los 13 años aprendió el oficio de cordonera y con él comienza a ganarse el sustento a los 15 años, tras fallecer su padre», destaca Mercedes. Un taller familiar que, poco a poco, fue recibiendo a mujeres de escasos recursos y formación y se convierte en El Taller de Nazaret, hasta que «al calor de su amistad y de los largos ratos que pasaban se creó
Los problemas llegan cuando Butinyà es «desterrado» de Salamanca y Bonifacia comienza a sufrir «rechazo, marginación... Para ella llega una dura persecución porque no tenía apoyo del nuevo director, el Padre Repila», destaca la coordinadora de la comunidad San José, Almudena Prieto. «No entendían a una religiosa que no quería llevar hábito, que estaba cerca de la mujer y se preocupaba por la formación», resalta la profesora del Divina Providencia, Mª Carmen de Paz; y es que su mensaje «es muy actual, podría estar escrito hoy mismo», añade su compañera Yoli.
El rechazo nunca fue contestado por Bonifacia que se vio obligada a dejar Salamanca para instalar su casa taller en Zamora. «Aquí encontró el respaldo del obispo Belestá y puso en marcha un segundo taller solidario al servicio de la mujer trabajadora y Bonifacia sigue estando muy presente en esta casa, está entre nosotras, su espíritu aún lo sentimos», afirma la religiosa, Mª Valle Sebastián.
Bonifacia murió en 1905 en Zamora, donde fue enterrada, aunque sus restos se acabaron por trasladar a Salamanca en 1945. Después de su fallecimiento, su fiel compañera, Socorro, se encargó de escribir su biografía y de guardar algunos de sus objetos personales y material de trabajo utilizado por ella. Todo lo recopilado decidió meterlo en una caja y esconderlo en un agujero que ella misma cavó detrás del altar de la capilla de su casa taller; consciente la amiga de las discrepancias que aún surgían en torno a la figura de Bonifacia.
Finalmente en 1936 una de aquellas compañeras de Bonifacia y Socorro desveló el secreto, «después de que en el penitenciario le levantaran el juramento», detalla Mercedes. «Se pusieron a cavar y a cavar y encontraron todo. A partir de entonces se hizo justicia con la fundadora y se produjo el reconocimiento de Bonifacia por todas las Siervas de San José. Entonces llegó la unión».
El primer taller de Salamanca
ROCÍO BLÁZQUEZ / SALAMANCA - ABC Castilla y León
Bonifacia Rodríguez de Castro vio la luz en la capital salmantina en 1837 en el seno de una familia de artesanos, cuyo carácter trabajador y cristiano marcaría toda su trayectoria vital y espiritual. La ciudad que la vio nacer y la que tuvo que abandonar tras ser destituida de su cargo como superiora responsable de la congregación fundada por ella, es también hoy la ciudad en la que reposan sus restos que llegaron desde la vecina Zamora en 1945.
Cuatro años más tarde, en 1949, en la capilla del Colegio de
La primera santa salmantina es el eje fundamental del Colegio de
Junto a estos centros destaca