JUAN LUIS BENITO. 25 DE AGOSTO 2008

 

Madre Admirable, nunca sabremos reconocer el amor de una madre. Su paciencia, su amor, su dulzura, cariño, caridad, amistad. Tratas a todos por igual sin poder diferenciar su ojito derecho.

Ama y ayuda a todos. Antes y después descubres lo bueno de cada uno. Amas y así haces lo que quieres como decía San Agustín: "Ama y haz lo quieras". En los momentos fáciles y los difíciles.

Responsable en su trabajo como madre. Recuerdo los momentos de ir a lavar la ropa a las pozas. Qué alegría: ¡venga, ayúdame, y tráeme agua para aclarar! Dispuesta y diligente para preparar la comida. Responsable como cristiana. Participabas en las responsabilidades cristianas como la misa dominical, las lecturas, las canciones…Cuántos rosarios al calor del Hogar, cosiendo o lavando, curando y olvidada de sí…pero siempre amando.

Intimabas con tu marido y caíais bien a la gente porque imitabas al Maestro Jesús y en Él descubriste que hay más alegría en dar que en recibir. Dando se recibe y recibiendo se da.

Adora a su familia, ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Cumple los mandamientos y los enseña a vivir con su ejemplo.

Ayuda a los necesitados. Con la palabra, cuantos la visitaban se iban satisfechos y algo se llevaban o en las manos o en el corazón gracias a un buen consejo, una copla que cantaba o su permanente sonrisa.

Nada se hacía costoso. Siempre animabas a hacer el bien. Hacer el bien a manos llenas; que el Cielo está en hacer el bien en la tierra. Vamos a adelantarlo.

Tu vida no fue sólo de rosas. La cruz pronto te visitó, pero ella te consoló y te dio consolación. Tu primera enfermedad con juventud, pero tu mal no quedaba sino que la Virgen te confortaba y por Ella estás curada.

La cruz te ayudó en tu última enfermedad y nos diste ejemplo de paz y alegría. Si en ella murió Jesús, por ella nos guiará.

Orabas todos los días, pues a pesar de tu trabajo, reservabas tus descansos para acompañar en soledad a Cristo que da la paz. La misa no te faltaba y Cristo te concedía la fuerza y gran alegría.

Nada se te hacía duro. Pudiendo hacer todo pronto y darnos tu buen ejemplo. Nos repartías tareas y nos alegrabas siempre.

Imitabas a María. Tu madre así se llamaba. Naciste un 11 de febrero y María te auxilió. Siendo gran devota de la Virgen de Fátima a quien dos veces fuiste a ver y poderle agradecer toda herencia recibida.

Aquí termino Madre. Pero me gustaría recordarte como una madre ejemplar que siempre infundiste paz, con fe, esperanza y caridad. Al Cielo, sin duda, que ya has llegado y con Jesús te has encontrado. Con ese corazón grande que Dios te quiso otorgar. Por tu buen obrar. Allí un día queremos ir todos los que andamos aquí. Tú quisiste en la tierra y nosotros te decimos: Madre, acuérdate de mí. Hoy rezamos aquí por ti. Siento mucha gratitud de poder decirte hoy gracias Madre y que un día nos veamos en el Cielo.

 

GRATITUD

Tus hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa.

En la paz de estos días de Ejercicios al poco de celebrar mis 25 años como cruzado de Santamaría el 8 de diciembre del 2008 doy gracias a Dios Padre de todos los dones recibidos.

A mis 47 años de vida, gracias Dios por todo lo que me has dado. Cómo podré pagarte tanto bien. En estos días de cielo donde el silencio, la paz y la misericordia nos llenan de la bondad de Dios. Cómo podré pagarte tanto amor, porque yo no existía y me creaste, porque me amaste sin amarte yo, porque antes de nacer me redimiste, Gracias Señor.

La virgen Milagrosa con sus manos abiertas y esos rayos dispuestos a derramar gracias a raudales, ¡basta que se las pidamos!

En un mundo que camina por un abismo fuera de Dios, Tú quieres seguir derramando tus gracias. Yo he recibido muchas y sobre todo terminar este día último de los Ejercicios celebrando los misterios de la resurrección de Cristo. Es el entro de mi vida. La meditación para alcanzar amor en este día tan propio para una persona que quiere en todo amar y servir. Pues ama y haz lo que quieras. Esto es admirable en una vida.

Me gustaría dedicarle esta carta a mi madre de la tierra. Ella me enseñó a conocer a la madre del cielo. Ella me dio la vida, me enseñó a amar, a olvidarse de sí y a perdonar. Puede un hijo olvidarse de una madre así

Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

Me gustaría Virgen María que me ayudases a escribirle una carta a mi madre ahora que gozará de tu paz y alegría por toda una eternidad.

Mi madre María Antonia nació un 11 de febrero de 1929 en Rollán. Fue una mujer sencilla, trabajadora, alegre. A sus 20 años se encuentra con una cruz que se convierte en luz. Pasa un año en cama, es desahuciada por los médicos quienes no le dan mucha esperanza de vida. Recurre a la Virgen de Fátima y se siente curada. Siente la vocación al matrimonio y es madre de ocho hijos. Mujer trabajadora, a pesar de las dificultades quiere lo mejor para sus hijos y consigue darle a todos formación humana y cristiana. Todo a base de esfuerzo, sacrificio y voluntad. Gracias, Señor, por todo.

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