COCINAR EN LA VIDA ALEGRIA  SEGURA

 

Vinoba Bhaave, tal vez el más grande de los discípulos de Gandhi,  no quiso nunca tener en su casa cocineros o cocineras. Pensaba que preparar la comida para sus amigos era una tarea suya, tan digna como las demás y no rehusaba, por ello, abandonar los estudios y toda otra actividad para emplear horas y horas en elaborar alimentos, Solía decir que "para hacer un día grandes cosas, es necesario empezar por regocijarse grandemente de poder hacer otras pequeñas."

            Un día Gandhi  le preguntó ¿Cómo es que lo que cocinas  es más sabroso que lo que los demás preparan? Y , tras unos segundos de reflexión el propio Mahatma se respondió a sí mismo: "Quizá porque cocinas para nosotros  como se manda un mensaje de amistad a un amigo, y porque lo haces por amor".

            Gandhi y Vinoba tenía razón: una de la grandes pestes de nuestro mundo es esa que nos incita a distinguir entre tareas importantes y tareas despreciables, entre oficios de primera y de segunda. Porque, bien pensado ¿es más importante dirigir un país o una casa? ¿Aporta más al mundo un ministro que un padre? ¿Es mas humano  dirigir una orquesta que cocinar una paella? ¿Eleva  más el estudio que un trabajo manual bien hecho? ¿Está más realizado un ingeniero que una madre de familia?

                        Tendríamos que empezar por ponernos de acuerdo en que todo aquello que es digno de ser hecho por un hombre es algo muy importante, y que lo da a las cosas su verdadera dignidad no es la calidad de la cosa en sí, sino el espíritu con que se hace. Un buen carpintero es más hombre que un mediocre subsecretario.

            Por eso yo no entiendo muy bien por qué hay personas que se sienten humillados por las tareas que realizan, sin darse cuenta de que, al no valorarlas, las hacen mal y acaban siendo ellas quienes se rebajan y denigran. Yo nunca pensaré mal de una simple cocinera , pero sí sentiré pena anta una cocinera descuidada, precipitada o vulgar.

            Sobre todo porque hay cosas pequeñas que pueden ser, a  la vez, mucho más. Ghandi lo entendía muy bien cuando descubrirá cuál es la clave del verdadero sabor de una comida: lo que hay por encima y por debajo de lo que se come. Concretamente el que haya sabido convertirse en un acto de amistad y en un acto del culto.

            Aún hoy paladeo el sabor de aquellos dos pedazos de pan y queso que, envueltos en el calor de la amistad, me ofrecieron hace muchos años en una casa de pastores. Y sé que en mi casa he medido siempre lo que hay en mi plato, más que por su sabor en sí, por las horas de sudor que sé que ha costado elaborarlo. Comer de veras es comer amor y amistad. Ningún restaurante en el mundo tiene mejor cocina que la casa en que le quieren a uno.

            El gran problema : la mayoría de los humanos no ama lo que hace. Como no lo valora, lo hace sin amor. Y toda obra hecha sin amor ha de ser forzosamente insípida, como una comida fría o recalentada. Con lo que obra y comida son doblemente inútiles: inútiles para quien las hace porque lo que se hace sin amor no produce alegría; inútiles para quien las recibe porque donde no se percibe la alegría no puede haber auténtica  fraternidad. Con lo que el cocinero cocina sin realizar la primera necesidad que todos los hombres tenemos, que es la de amar; y el comensal tampoco realiza la segunda necesidad de los humanos, que es la de ser amados.

            Pero desgraciadamente  en nuestro mundo ya casi nadie trabaja por el amor a lo que hace. O se trabaja por dinero o por conseguir un puesto más alto en el que se pueda trabajar más cómodamente, es decir: trabajar menos. Y es muy normal que se trabaje para conseguir la propia subsistencia, pero un trabajo que no tiene más interés que un salario no parece que pueda saciar el espíritu de un hombre. Sobre todo cuando se puede trabajar  y servir, trabajar y amar al mismo tiempo. Y son precisamente el servicio y el amor los que multiplican por cien la importancia de cada trabajo, los que enriquecen a quien los hace y a quien los disfruta.

Porque el cariño en el plato es el mejor caviar.

 

RAZONES PARA VIVIR   (José Luis Martín Descalzo)

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